CÓMO ESTÁ
FUKUSHIMA A UN AÑO DEL TERREMOTO Y TSUNAMI
Cuando el
terremoto del 11 de marzo de 2011 le dio a Japón su primer golpe,
seguido luego por otro en forma de tsunami, más de 16.000 personas
murieron en las prefecturas de Fukushima, Miyagi e Iwate, 6.000
fueron heridas y unas 3.200 desaparecieron. Pero la catástrofe aún
no estaba satisfecha; faltaba la crisis en una central nuclear cuyos
sistemas fueron dañados durante ese 11 de marzo.
¡El nuevo Chernobyl! ¡El Chernobyl
japonés! ¡Chernobyl 25 años después! La comparación estaba ahí, hace
un año, esperando, disponible para cualquiera que hablara,
escribiera o informara de Fukushima.
Cuando el terremoto del 11 de marzo
de 2011 le dio a Japón su primer golpe, seguido luego por otro en
forma de tsunami, más de 16.000 personas murieron en las prefecturas
de Fukushima, Miyagi e Iwate, 6.000 fueron heridas y unas 3.200
desaparecieron. Pero la catástrofe aún no estaba satisfecha; faltaba
la crisis en una central nuclear cuyos sistemas fueron dañados
durante ese 11 de marzo.
Desde el 26 de abril de 1986, cuando
una prueba rutinaria en el suministro eléctrico culminó con una
serie de explosiones del reactor número cuatro de la planta nuclear
ucraniana, toda mala noticia vinculada a la energía atómica invocaba
el fantasma de Chernobyl.
Pero Fukushima no era un accidente
más, era un accidente nivel 7, el mayor nivel en la escala, escala
que solo había sido trepada hasta los más alto por la tragedia de
Ucrania. El paralelismo estaba servido, pero las diferencias
también.
“Las coincidencias terminan en el
hecho de que son dos accidentes en centrales nucleares que tuvieron
un impacto en el exterior, por lo que obligaron a activar
dispositivos de protección para proteger a los ciudadanos”, dice a
BBC Mundo Juan Carlos Lentijo, director técnico de Protección
Radiológica del Consejo de Seguridad Nuclear español (CSN).
Lentijo, quien visitó Fukushima como
líder de la misión del Organismo Internacional para la Energía
Atómica (OIEA) a cargo de supervisar las labores de limpieza y
rehabilitación, cree que son más las diferencias que las
similitudes, comenzando por el origen de ambos accidentes y sus
consecuencias.
“En Chernobyl hubo una explosión, o
lo que nosotros llamamos una ‘excursión de potencia’, liberación de
energía espontánea que terminó expulsando todo el cóctel de
materiales que hay dentro del reactor. En Fukushima, por otra parte,
colapsaron los sistemas de refrigeración pero fue una degradación
que tomó horas, días. No se producen explosiones nucleares, son
liberados materiales volátiles pero no todo lo que contenía el
reactor”.
¿Cómo se ven los accidentes?
Para el jefe científico de Greenpeace
en el Reino Unido, las coincidencias son más de una.
“Las dos regiones todavía tienen una
zona de evacuación, ambas poblaciones locales posiblemente tengan
que vivir en otra parte por mucho tiempo, los dos accidentes dejaron
un legado de desconfianza en las autoridades y causaron una revisión
global de las actitudes hacia la energía nuclear”, dijo a BBC Mundo
el doctor Doug Parr.
Pero el doctor Parr también encuentra
una característica no compartida por Chernobyl y Fukushima: “Ambos
accidentes mostraron que la regulación y administración de la
energía nuclear son problemáticas, pero creo que la diferencia
estaría en la habilidad de los países para lidiar con grandes
movimientos de población”.
El número de evacuados en Japón no ha
sido determinado con exactitud pero se cuentan en decenas de miles.
En 1986, en Ucrania, unas 115.000 personas fueron evacuadas de las
zonas aledañas al reactor y, después de 1986, unas 220.000 personas
de Ucrania, Bielorrusia y la Federación Rusa fueron reubicadas.
Mientras la zona de evacuación
alrededor de Chernobyl fue de 30 kilómetros, la de la planta de
Fukushima Daiichi fue de 20 kms. En Japón se estableció una zona de
evacuación voluntaria entre los 20 y los 30 km., pero cinco
comunidades más allá de la zona de evacuación obligatoria igual
tuvieron que dejar sus hogares.
El jefe científico de Greenpeace cree
que otra diferencia puede encontrarse en cómo la gente percibe ambos
accidentes.
“En el caso de Chernobyl, se puede
pensar en un accidente aleatorio, causado por un equipo mal
mantenido en una Unión Soviética que se desintegraba. No se puede
aplicar la misma percepción a Fukushima, que tuvo lugar en una
democracia moderna, desarrollada y tecnológicamente avanzada”
“Pero a pesar de todo esto”, continúa
Parr, “se falló en evaluar correctamente las advertencias sobre los
peligros de terremotos y tsunamis. Esto cuestiona de forma más
profunda la seguridad nuclear y demuestra el alto costo que un
accidente de esta naturaleza inflige al país afectado”.
Consultados por BBC Mundo, expertos
del OIEA respondieron que “debido a la complejidad del tema, todavía
es muy temprano para trazar una comparación definitiva” entre ambos
accidentes, pero señalaron que en términos de radioactividad,
Chernobyl emanó 6.618.000 terabecquerels (la cantidad de
radioactividad se expresa en becquerels, que corresponden a una
transformación nuclear por segundo), mientras que la planta japonesa
emitió 370.000.
Como suele ocurrir con las cifras,
más cuando son tan desparejas, más aún cuando la unidad de medida es
tan desconocida para un público en general, lo importante es
preguntarse qué significan estos números.
Lecciones del pasado
El accidente de Chernobyl involucró a
un solo reactor de los cuatro con los que contaba la planta;
Fukushima debió lidiar con problemas en tres de los seis que tenía,
más los inconvenientes en las piscinas de combustible nuclear, pero
en plena crisis doce meses atrás, las autoridades japonesas dejaron
claro que a diferencia de lo ocurrido en Ucrania, todas las vasijas
de sus reactores, encargadas de contener las barras de combustible
nuclear, habían permanecido intactas.
“En Chernobyl, la explosión liberó
isótopos de vida media o corta, es decir, que tardan entre pocos
minutos y 30 años en desintegrarse, junto con isótopos de vida
larga, plutonios y uranios que necesitan miles de años para
hacerlo”, explica el director técnico de Protección Radiológica del
CSN.
Aquí estaría una de las principales
diferencias entre un accidente y otro, sin olvidar la extensión del
área afectada: 60 kilómetros en el caso japonés, 500 kilómetros en
el caso ucraniano (aunque plantas y animales fueron incluso
afectados en distancias más lejanas).
Según un informe de las Naciones
Unidas, el accidente en Ucrania dejó 64 muertos hasta el último
registro en 2008, aunque las discusiones continúan sobre cuántos más
van a o morir por haber sido afectados 25 años atrás. Fukushima, por
su parte, no ha registrado ningún muerto por exposición o
contaminación radioactiva.
Para Juan Carlos Lentijo, el primer
accidente nuclear grado 7 permitió al mundo conocer más sobre cómo
enfrentarse con esta clase de crisis: “se aprendieron cosas para la
gestión de emergencia. Las autoridades japonesas pudieron tomar
medidas tempranas, incluso mientras lidiaban con las consecuencias
de un terremoto y un tsunami”.
“También se obtuvo experiencia sobre
cómo manejarse dentro del emplazamiento cuando ocurre el accidente”,
agrega Lentijo. “En Chernobyl hubo 28 personas afectadas por
síndrome de radiación aguda en la planta, que murieron en pocos
días. En Japón no hubo los mismos niveles de exposición radioactiva,
pero igual hay que destacar que nadie murió por radiación aguda”.
Lentijo agrega que el mundo también
aprendió otras lecciones: a cómo enfrentarse a terrenos contaminados
a gran escala, cómo comportarse con respecto a la información que se
da a la sociedad y cómo atender a las víctimas.
Para Doug Parr, de Greenpeace, una de
las lecciones aprendidas en el tratamiento de las víctimas fue el
reconocimiento de que ciertos problemas de salud son provocados por
el estrés que implica la evacuación masiva.
Según las últimas declaraciones del
director general del OIEA, Yukiya Amano, lo que importa a partir de
ahora es aprender también de lo ocurrido en Japón.
“Fukushima Daiichi fue un accidente
muy serio, pero sabemos que salió mal y tenemos un claro curso de
acción para enfrentar esas causas, no solo en Japón sino en todo el
mundo”.
“Pero ahora tenemos que seguir
alerta. La autocomplacencia puede matar”, agregó. Fuente
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